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Drones peinando carreteras y redes, sensores conectados que toman ininterrumpidamente el pulso del tráfico y el comercio en el tejido urbano, IA y “gemelos digitales” que identifican los puntos débiles y las configuraciones óptimas… La innovación tecnológica promete cuidar el complejo metabolismo de nuestras ciudades y protegerlo de las crisis. Pero no hay que bajar la guardia, porque las tecnologías innovadoras también pueden convertirse en el telón de Aquiles de las smart cities. Hablamos con Mikhail Chester, profesor asociado de la Universidad de Arizona, director del Centro Metis para la Infraestructura y la Ingeniería Sostenible.

La mayor parte de las infraestructuras urbanas, especialmente en los países desarrollados, se construyeron hace décadas, a veces incluso más. A menudo es difícil modificarlas ―o sustituir algunas partes― porque están muy integradas en el tejido urbano. ¿Podemos decir que las infraestructuras son lo que frena el cambio en las ciudades, en particular cuando tienen que adaptarse rápidamente a las nuevas condiciones demográficas o climáticas?

Mikhail Chester : Sí, exacto. Las ciudades más antiguas deben hacer frente a desafíos muy distintos a los de las ciudades más modernas. Hay que tener en cuenta que las infraestructuras urbanas tradicionalmente son muy rígidas, ya que suelen estar diseñadas para durar mucho tiempo, en función de las hipótesis medioambientales, climáticas y socioeconómicas que se supone que se mantendrán durante este tiempo.

Sin embargo, las infraestructuras a menudo son el fruto de instituciones que se organizan en torno a prácticas estandarizadas y suelen estar sujetas a políticas y a decisiones económicas que favorecen la continuidad del statu quo. Es todo un reto hacer que un sistema físico sea más ágil y flexible, como también lo es hacer que las instituciones, las políticas y los mecanismos financieros sean más ágiles y flexibles.

Los sensores conectados y los big data que generan, los modelos informáticos y los algoritmos de optimización… Las tecnologías digitales están cada vez más integradas en la vida diaria de los responsables de infraestructuras y de sus socios. Esta capa digital se superpone a las capas físicas (a menudo bajo tierra) de las infraestructuras. Pero su ciclo de vida (obsolescencia, ritmo de mantenimiento) es mucho más corto, y el sector de la tecnología digital está en constante evolución. ¿Pueden las tecnologías digitales acelerar el ciclo de vida de las infraestructuras?

Mikhail Chester : Es cierto que las tecnologías digitales y la dimensión física de las infraestructuras presentan diferentes perspectivas temporales. La forma « correcta » de integrar estas perspectivas es una cuestión abierta en la que estoy trabajando junto con mi equipo.

Lo que está claro es que la creciente integración de las tecnologías de la información y la comunicación está creando nuevas capacidades, inéditas hasta la fecha. Y la verdad es que pedimos a las tecnologías inteligentes que evolucionen con rapidez. La integración de dichas tecnologías en las infraestructuras físicas se acelera, por lo que tenemos que reevaluar de qué forma deben evolucionar también nuestros sistemas físicos.

Dicho esto, lo cierto es que nuestros sistemas físicos presentan una escala tan grande ―y su rigidez es también tan grande― que es poco probable que se produzcan cambios rápidos y profundos en las infraestructuras. Creo que en la práctica debemos esperar un aumento de la complejidad de las infraestructuras, ya que sus sistemas físicos low tech, con una vida útil muy larga, coexistirán con sistemas de alta tecnología y una vida útil breve.

Control a distancia, recomendaciones hechas por la IA… El creciente uso de las tecnologías digitales en las actividades de mantenimiento puede alejar al técnico humano de la realidad concreta de las infraestructuras. ¿Corremos el riesgo de que las infraestructuras sean cada vez menos visibles y de conocer cada vez menos el terreno?

Mikhail Chester : Creo que las cuestiones relacionadas con el diseño y la gestión de las infraestructuras no tiene tanto que ver con las competencias ligadas a las tecnologías digitales como con la satisfacción de las necesidades.

Hoy en día los sistemas deben implementarse en entornos cada vez más inciertos, bajo el control de varias partes implicadas cuyas expectativas en relación con las infraestructuras pueden ser muy diferentes.

En la práctica, debemos reconocer que en las formaciones seguimos dando prioridad a la capacidad de optimizar el funcionamiento de los sistemas instalados. Al mismo tiempo, los sistemas que deben administrarse son cada vez más complejos, al tiempo que disminuye nuestra capacidad para entender su comportamiento en caso de alteración. La tecnología digital contribuye a ello: por un lado, los sensores y los big data nos informan de lo que está pasando y, por el otro, estas mismas tecnologías hacen que los sistemas sean más complejos e introducen nuevas vulnerabilidades, entre ellas la ciberseguridad.

Un article de notre partenaire Usbek & Rica

10/07/2019