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La inteligencia artificial es una transformación profunda que requiere adaptabilidad y un cambio de mentalidad. Su impacto real depende mucho más de su incorporación progresiva a las prácticas humanas que de su tecnología.

La IA no es una simple herramienta digital, como han podido ser el software tradicional o el desarrollo digital en las últimas décadas. Es una transformación fundamental de nuestra forma de entender y resolver los problemas, de tomar decisiones y de abordar la innovación.

Sin embargo, según mi experiencia en industrias centradas en la ingeniería, el verdadero reto de la IA no es ni será su desarrollo, sino su adaptación y su incorporación a nuestros métodos de trabajo. De ahí la importancia de revisar algunas ideas básicas cuando se habla de IA, como el potencial práctico, la adaptabilidad organizativa y la mentalidad necesaria para implementarla.

Del buzz al valor

Hoy en día estamos sumergidos en un buzz mediático en torno a la IA, con promesas omnipresentes: sistemas más inteligentes, toma de decisiones autónoma, ahorro de costes e innovaciones revolucionarias.

De hecho, el potencial es real. La IA puede detectar tendencias más rápido que nosotros, prever averías, mejorar el diseño de los productos y acelerar la I+D mediante información basada en datos. El potencial está en todos los ámbitos, desde la energía hasta la producción, pasando por la salud.

En un futuro próximo, los casos de uso más valiosos de la IA serán aquellos en los que el ser humano y la máquina trabajen juntos: un modelo predictivo para apoyar la planificación del mantenimiento, una simulación que se adapte en tiempo real o un sistema de control de calidad que detecte las anomalías. La IA actúa como un acelerador, y no como un disruptor.

Pequeños pasos, grandes efectos

La IA, tal como la concebimos hoy y en el futuro próximo, es una herramienta potente cuando nos ayuda a introducir mejoras que se van acumulando con el tiempo. Se suele hablar de la innovación como si tuviera que ser necesariamente disruptiva, pero en realidad las mejoras importantes suelen ser el resultado de pequeños ajustes, como la optimización de procesos, la mejora de los márgenes de diseño, la detección precoz de problemas o una reducción de los tiempos de inactividad de algunos puntos porcentuales.

La IA actúa como un acelerador, y no como un disruptor

Son cambios que no aparecen en primera plana en los periódicos, pero tienen un impacto considerable. La IA permite ese tipo de mejoras transformando datos desordenados e infrautilizados en información útil.

Adaptabilidad más que infraestructura

Una de las lecciones que he aprendido con los años en I+D es que, en general, la adaptabilidad es más valiosa que la infraestructura técnica. Es una lección que van a aprender cada vez más empresas en un futuro próximo.

Las organizaciones, guiándose por su tamaño o por esquemas de pensamiento ya superados, podrían equivocarse al concebir y gestionar la IA como un software tradicional. La IA requiere contexto y, sobre todo, la tecnología evoluciona, y lo hace rápidamente. Una solución puede representar un factor de mejora significativo respecto a la solución anterior en muy poco tiempo. Sin una actitud de adaptabilidad, se puede caer rápidamente en rutinas que quedan obsoletas más rápido de lo que estamos acostumbrados.

En general, hoy se puede afirmar que el ritmo del desarrollo tecnológico supera la capacidad de adaptación de muchas empresas. Este desfase aboca numerosos proyectos de IA al fracaso. Aunque la innovación sea buena, si no se adapta correctamente existe un elevado riesgo de que se vea comprometida. ¿Cuántas buenas ideas mal ejecutadas han sido finalmente abandonadas y olvidadas?

La IA es una actitud, no solo una herramienta

La IA no se reduce al aprendizaje automático, a las redes neuronales, a los datos y a los algoritmos. Se trata de cambiar nuestra forma de pensar la resolución de los problemas. ¿Podemos automatizar eso? ¿Podemos tomar decisiones mejor fundamentadas, más coherentes? No hay que ser un experto en IA para aprovechar las nuevas tecnologías que la acompañan. Sin embargo, hay que saber adaptarse para trabajar con la IA, utilizarla, cuestionarla y hacerla evolucionar.

La IA es una solución ideal para las organizaciones dinámicas, las que priorizan la experimentación, los ciclos de retroalimentación rápidos y el desarrollo colaborativo. Estas organizaciones no esperan a alcanzar la perfección para actuar, sino que evolucionan, aprenden y se adaptan, conscientes de que la ventaja no es para aquellos que tienen más experiencia, sino para aquellos que controlan mejor el cambio.

15/10/2025

Leon Löwered

Head of Innovation and Technology en Actemium Energy AI