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Para responder a la emergencia climática, varias grandes ciudades han nombrado ya a un “responsable de la resiliencia”. Los ejemplos de París y Ciudad de México nos ayudarán a entender esta nueva figura clave para las ciudades, que se enfrentan a problemas inéditos hasta la fecha.

Las olas de calor que se han sucedido en Europa durante el verano de 2019 nos recuerdan que las autoridades ya no pueden seguir tratando el cambio climático, y en concreto los efectos que tiene en la vida de los habitantes de las ciudades, como si se tratara de algo aislado. Los antes denominados “acontecimientos excepcionales” han pasado a ocupar un lugar en la agenda diaria de las ciudades de los cinco continentes. Y su impacto puede ser cada vez más grave debido al crecimiento de las megaciudades: más del 50 % de la población vive en zonas urbanas, una porcentaje que alcanzará el 70 % en 2050, tal como señala The Guardian.

Se trata de un aumento preocupante, puesto que las ciudades no solo deben hacer frente al cambio climático, sino también a cuestiones como la inestabilidad económica, las desigualdades sociales, las migraciones y la escasez de recursos.

Entre las competencias del chief resilience officer destaca el espíritu empresarial, así como la capacidad de innovar y de crear consensos entra las distintas partes interesadas

Para responder a estos nuevos retos, las ciudades empiezan a desarrollar una estrategia global que vincula estrechamente la ecología con la resiliencia, es decir, la capacidad de superar los estragos causados por el cambio climático. Para aplicar esta estrategia, ha surgido una nueva figura, la del chief resilience officer (CRO),una nueva función incluída en de los planes de la organización no gubernamental 100 Resilient Cities, creada en 2013 por la Fundación Rockefeller.

Su cometido es claro: ayudar a las ciudades a hacer frente a la creciente urbanización, a la globalización y al cambio climático, que conllevan “situaciones de estrés recurrentes”: contaminación del agua y del aire, desigualdades sociales, crisis económica…

Proyecto “Oasis” en París

Se calcula que hasta la fecha se han designado ya un centenar de CRO en grandes ciudades, como por ejemplo en París, donde el encargado de coordinar la resiliencia es Sébastien Maire. En una entrevista publicada en Le Monde, comparte su visión sobre la “delegación general para la transición ecológica y la resiliencia”, que él dirige: “Las políticas sobre el clima no pueden seguir dividiéndose en compartimentos estancos ―la vivienda, el transporte, la alimentación, la seguridad, el abastecimiento, etc.―”.

El proyecto “Oasis” es una de las acciones que Sébastien Maire ha puesto en marcha. Tal como explica “se trata de transformar los patios de los colegios en islas de frescura, sustituyendo el asfalto por materiales innovadores más claros, que limiten la radiación solar, y de crear fuentes y jardines pedagógicos”. ¿Algo anecdótico? Para nada, insiste Sébastien Maire, que proporciona dos datos: hasta finales de siglo, se calcula que París vivirá como mínimo veinticinco días de ola de calor, y hacia 2050 experimentaremos episodios de calor de 55 °C a la sombra.

Otra de las iniciativas que se prevén para París consiste en la planificación de “calles resilientes”, diseñadas con materiales para el pavimento drenantes y permeables, revestimientos adaptados a la lucha contra el efecto de isla de calor y más vegetación.

Enfoque holístico

En otro continente y a una mayor escala urbana, Ciudad de México constituye un caso de manual, tal como explica Michael Berkowitz, director general de la ONG 100 Resilient Cities. Desde los años cincuenta del siglo pasado, la población de esta megaciudad de lAmérica de Norte ha pasado de 3 a 21 millones de habitantes, de los cuales unos 3 millones se han instalado en asentamientos irregulares. Estas colonias improvisadas “aumentan todavía más los riesgos que conllevan los terremotos, los episodios de escasez de agua y el hundimiento del suelo”.

Con un enfoque resiliente, la Ciudad de México ha empezado a explorar los vínculos entre los diferentes problemas, por ejemplo, entre la vivienda improvisada y la inclusión económica, o entre las regulaciones de la construcción de inmuebles y los acuíferos. Se trata “no solo de sobrevivir a un desastre potencial, sino de adaptarse, crecer y prosperar”, puntualiza Michael Berkowitz.

Para elaborar e implementar con éxito un proyecto resiliente, el chief resilience officer debe trabajar necesariamente de manera transversal con todos los servicios de la ciudad, tal como señala la ONG, y en todos los ámbitos: transportes, energía, salud, educación… Entre las competencias que según 100 Resilient Cities debe tener un CRO destaca el espíritu empresarial, así como la capacidad de innovar y de crear consensos entra las distintas partes interesadas: los responsables gubernamentales, pero también ―y es algo crucial― el sector privado, las ONG, las asociaciones y la sociedad civil.

12/03/2020