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La economía circular, que, por sí sola, permite abandonar una lógica lineal que actualmente está mostrando su potencial nocivo, se ha hecho rápidamente un hueco en la agenda de los sectores económicos y de sus empresas. Sin embargo, hay que vencer muchos obstáculos para que este nuevo paradigma se convierta en masivo y pueda revelar todo su potencial.

La economía circular no tiene una única definición, sino varias. Según nos situemos en el ámbito de la investigación académica, en el de las políticas públicas, en el mundo asociativo o en el de la empresa, se pueden hacer diversas lecturas. Sin embargo, más allá de sus diferencias, todas reflejan una intención común: proponer un nuevo paradigma económico para acelerar la transición medioambiental.

El modelo vigente desde hace décadas se ha construido sobre la base de una extracción masiva y continua de recursos que da lugar a una producción también constante de residuos y desperdicios, que destruye los equilibrios naturales y compromete la sostenibilidad de las sociedades. A este modelo lineal y a sus efectos nocivos, actualmente se opone un patrón más circular, que se articula en torno a tres ejes fundamentales: 1) una gestión de los recursos más sostenible, basada en la reducción de los insumos, la reutilización y el reciclaje de los recursos que antes se consideraban residuos; 2) la atenuación del cambio climático y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y 3) el aumento de la proporción de los recursos que se controla (seguridad de aprovisionamiento y capacidad de extracción, producción, transformación y consumo locales de los recursos).

El sector de la construcción y las obras públicas genera casi tres cuartas partes de los residuos que se producen en Francia

En pocas palabras, la economía circular consiste en extraer menos, producir menos, tirar menos, desperdiciar menos y reutilizar, reparar y reciclar todo lo posible los flujos de materias y de energía. Está, pues, en la base de la transformación medioambiental, la limitación de los efectos del cambio climático y la adaptación a esos efectos.

Cinco años de construcción jurídica

Desde un punto de vista estrictamente normativo, la economía circular entra en escena de forma “oficial” en Francia a través del artículo 70 de la Ley n.° 2015-992, de 17 de agosto de 2015, relativa a la transición energética para el crecimiento verde (LTECV). Durante el período 2015-2020, aparecieron varias publicaciones, estudios y legislaciones que han aclarado y precisado el concepto de circularidad. La Hoja de Ruta de la Economía Circular (FREC por sus siglas en francés) y el Plan de recursos para Francia, ambos publicados en el 2018 siguiendo la estela de la LTECV, sirvieron como base para la promulgación de la Ley n.ª 2020-105, de 10 de febrero de 2020, relativa a la lucha contra el desperdicio y a la economía circular.

Esa misma ley contra el desperdicio para una economía circular y conocida en Francia por las siglas AGEC (anti-gaspillage pour une économie circulaire ), perfila una medida fundamental de la economía circular: la responsabilidad ampliada del productor (RAP). Partiendo del principio de “quien contamina paga”, esta disposición pretende que los agentes económicos sean responsables de todo el ciclo de vida de los productos que ponen en el mercado, desde su ecodiseño hasta el fin de su vida útil. Para asumir este principio, las administraciones públicas, en Francia, y de forma más amplia a escala europea, han creado sistemas de responsabilidad ampliada del productor, gestionados por estructuras colectivas autorizadas por el Estado, llamadas ecoorganismos.

Reaprovechamiento de residuos

Se estima que el sector de la construcción y las obras públicas genera él solo casi tres cuartas partes de los residuos que se producen en Francia. Se trata, fundamentalmente, de residuos minerales inertes (ladrillos, hormigón, tejas y cerámica, vidrio, tierra, rocas y piedras procedentes de ubicaciones no contaminadas), pero también de residuos no inertes y no peligrosos (madera, plásticos, metales) y peligrosos (amianto, tierras excavadas contaminadas, disolventes, pinturas…). En el año 2020, la Agencia estatal francesa para el Medio Ambiente y la Gestión de la Energía (ADEME) calculó que la tasa de reaprovechamiento de residuos de construcción se acercaba al 67%, un porcentaje próximo al objetivo reglamentario del 70% fijado por la Unión Europea.

El Grupo VINCI ha puesto en marcha acciones para limitar al máximo la huella de sus áreas de actividad: mejora de los procesos de diseño y de producción, reducción de la extracción de materias primas vírgenes y utilización de técnicas y materiales de construcción que consuman pocos recursos naturales, reciclaje y reutilización de los residuos, y fomento de técnicas innovadoras, comportamientos eficientes, lógicas de arraigo local y circuitos cortos.

En lo que respecta a las concesiones, como promotor, el Grupo fomenta el uso de materiales procedentes de la reutilización o el reciclaje. En VINCI Autoroutes, se llegará al 100% de reaprovechamiento de los residuos de explotación y de las áreas gestionadas directamente en el 2025. En lo referente a las operaciones inmobiliarias, el objetivo para 2030 es obtener un 50% del volumen de negocio con operaciones de reciclaje urbano. En ese mismo plazo, en el sector de la construcción, VINCI habrá duplicado la proporción de áridos reciclados producidos (es decir, 20 millones de toneladas al año).

VINCI Energies, por su parte, se alinea con los objetivos medioambientales del Grupo VINCI en torno a tres ejes prioritarios: actuar por el clima, conservar los medios naturales y optimizar los recursos gracias a la economía circular.

Varios obstáculos que hay que superar

La jerarquía de la economía circular consiste en evitar utilizar materiales incluso antes de reciclarlos. No se trata, pues, de restringir la circularidad a una simple gestión de los residuos, ni de recurrir a ella solo al final del ciclo de vida de los materiales, las infraestructuras y los equipamientos. Muy al contrario, la circularidad se plantea en las fases iniciales de los proyectos. Implica la utilización de materiales y equipos ecodiseñados e incorpora en el análisis del ciclo de vida las emisiones de carbono evitadas. La economía circular va indisociablemente unida a una economía de la funcionalidad y también exige más diversidad en los usos, más reversibilidad, ciclos de vida más prolongados…

Pero la economía circular aún se topa con bastantes trabas. El conocimiento, el control y la visibilidad de los terrenos, así como de los materiales reutilizados disponibles, son claramente mejorables, y lo mismo puede decirse de la trazabilidad, aún muy incierta. Otro obstáculo es el coste de los materiales reutilizados, inflado por los procesos de acondicionamiento para la certificación, y más aún por el almacenamiento y el transporte. La aceleración de la economía circular exige, además, una rápida resolución del gran déficit de competencias. Por ello es necesario hacer un esfuerzo significativo en formación, tanto en las empresas como en los centros de formación. Desde un punto de vista más “político”, aunque la economía circular se ha convertido actualmente en un tema de interés para los comités ejecutivos y de dirección (en todo caso, los de las grandes empresas), aún no suscita suficiente interés en los consejos de administración.

El rendimiento de la circularidad está relacionado con su implantación masiva. Por ello se debe adoptar en toda la cadena de valor de los diferentes sectores. Para los agentes que participan en esta dinámica tan indispensable como ética, esta es una oportunidad para nuevas cooperaciones a largo plazo.

 


Tres áreas y siete pilares

En materia de prevención y de gestión eficaz de los recursos, la agencia francesa de transición ecológica ADEME organiza la economía circular en tres grandes áreas: la producción y la oferta de bienes y servicios, el consumo a través de la demanda y del comportamiento del consumidor (económico o ciudadano), y la gestión de los residuos mediante el uso prioritario del reciclaje, que permite cerrar el círculo. Estas tres áreas agrupan siete pilares: extracción/explotación y compras sostenibles, ecodiseño de los productos y los procesos, ecología industrial y territorial, y economía de la funcionalidad (área de “oferta de los agentes económicos”); consumo responsable y prolongación del ciclo de vida (área de “demanda y comportamiento de los consumidores”), y reciclaje (área de “gestión de residuos”).


 

16/11/2023