Amenazada por el riesgo de quedar sumergida bajo el mar y azotada regularmente por lluvias torrenciales, la capital danesa está desplegando ingentes esfuerzos de ingeniería para absorber los efectos del cambio climático.
Lago artificial, islas de frescor, autopistas ciclistas, calzadas absorbentes… Pocas ciudades del mundo han invertido tantos esfuerzos en ingeniería para protegerse de los efectos del cambio climático. Con más de 300 proyectos implementados, Copenhague es considerada un laboratorio mundial de resiliencia urbana.
La capital danesa no tiene otra opción. Construida a lo largo del estrecho de Øresund, en un humedal drenado, es una de las ciudades del mundo más expuestas al riesgo de quedar sumergida, con un aumento del nivel del mar que podría alcanzar +42 cm de aquí a finales de siglo y acuíferos colmados de agua.
Copenhague también sufre lluvias torrenciales con regularidad. Muchos de sus 660.000 habitantes (más del 10% de la población de Dinamarca) todavía recuerdan el 2 de julio de 2011, cuando en un lapso de tiempo de apenas dos horas las calles y los edificios de la ciudad se vieron anegados por 135 mm de agua. Fueron las precipitaciones más violentas registradas en cincuenta y cinco años, con unos daños que ascendieron a 1.000 millones de euros.
Teniendo en cuenta la dimensión de este desastre, las autoridades locales pusieron en marcha un ambicioso plan de gestión de las lluvias torrenciales con el objetivo de proteger la ciudad de los efectos devastadores del agua durante los próximos cien años. El programa incluye obras colosales, tanto en la superficie como en el subsuelo.
Depósitos auxiliares
Una de las infraestructuras más espectaculares es un lago artificial con una capacidad de 22.600 m3 construido en el corazón del más que centenario parque Enghavepark. Además, a día de hoy todos los parques de la ciudad están diseñados como depósitos auxiliares.
Antigua zona pantanosa ignorada por los residentes locales, el parque de Karens Minde se ha transformado en zona de gestión de aguas pluviales. La ciudad de Copenhague y la compañía de aguas HOFOR prevén el desagüe y almacenamiento del agua de lluvia en depósitos subterráneos de 15.000 m3 de capacidad en caso de grandes tormentas. Esta obra forma parte de un proyecto urbanístico de mayores dimensiones destinado a rehabilitar un barrio entero de más de 35.000 m².
En veinte años, las emisiones de GEI se han reducido en 3/4.
En Copenhague, la transición climática se basa en parte en la regeneración de los barrios populares y en la transformación y renaturalización de las zonas construidas. La ciudad ha decidido incluir el agua en el rediseño de los espacios urbanos.
En su estrategia integral de lucha contra los efectos del cambio climático, el municipio también está probando en las aceras el uso de grandes adoquines perforados capaces de absorber el agua de lluvia y las escorrentías. Bajo estos climate tiles, un pequeño acuífero artificial permite el almacenamiento de agua, que seguidamente puede reutilizarse para hidratar la vegetación de los alrededores.
Túneles subterráneos
Pero en una ciudad con una densidad de población de 7.559 habitantes por quilómetro cuadrado, una cifra comparable a la de São Paulo, en Brasil, la densa urbanización complica la gestión directa del agua, por lo que la batalla más emblemática contra las inundaciones se libra sin duda bajo tierra.
El subsuelo de Copenhague alberga gigantescos túneles subterráneos cuya función es captar, almacenar, redirigir y repartir el agua en caso de flujos masivos. Una de estas arterias colosales, construida en el distrito de Valby, ya demostró su eficacia durante las lluvias torrenciales de agosto de 2024. Actualmente se está construyendo otro túnel de 1,3 km de longitud entre los lagos interiores de Copenhague, al final del puerto. Está previsto que se inaugure en 2026.
Calor urbano y bicicletas
La capital danesa siempre ha estado en primera fila de la lucha medioambiental (véase el subartículo), lo que implica la toma de decisiones políticas contundentes y no siempre consensuadas. La construcción de Lynetteholm, una gigantesca isla artificial entre los barrios de Nordhavn y Refshaleøen, concebida como un dique para frenar la crecida de las aguas y destinada a albergar a 35.000 habitantes y otros tantos puestos de empleo, es objeto de gran controversia.
Menos polémica es la política en torno a las energías limpias: generadores eólicos a lo largo del litoral y campos fotovoltaicos en los alrededores. La capital danesa alberga la mayor red de calor urbano del mundo, alimentada casi exclusivamente mediante la combustión de residuos y la biomasa, a la que están conectadas casi el 99% de las viviendas de la ciudad.
Copenhague es un laboratorio mundial de resiliencia urbana.
En cuanto a la movilidad, la mitad de los trayectos urbanos se realizan en bici. La ciudad invirtió desde el inicio en esta dirección, apostando por carriles bici y construyendo su famoso Cykelslangen, puente serpenteante entre las dos márgenes del canal. Cada año se destinan unos 10 millones de euros a las infraestructuras para bicis. Una cifra insuficiente según algunos analistas, quienes constatan que el porcentaje de bicis en los desplazamientos ha dejado de aumentar, mientras que el coche sigue estando muy presente en Copenhague, sobre todo en la periferia.
De todos modos, en muchos sentidos Copenhague sigue siendo un referente en la lucha contra los efectos del calentamiento global. Única gran ciudad de Dinamarca, concentra una parte destacada de los esfuerzos realizados por el reino escandinavo para protegerse contra el riesgo de inundaciones. A finales de 2023, un nuevo plan nacional de adaptación puso claramente el foco en la protección de las costas y la descentralización de la gobernanza, con una importante delegación de competencias en los ayuntamientos. Esto no hace más que reforzar la postura de Copenhague en su lucha por la resiliencia climática.
A la vanguardia de la descarbonización
La capital danesa siempre ha liderado la lucha medioambiental. Vivienda, transportes, residuos, energías alternativas: todos los motores que impulsan la descarbonización se han puesto en marcha con mayor rapidez y a mayor escala que en otros lugares. Ya en 2009, la ciudad se fijó el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono en 2025. Un propósito, por aquel entonces, único en el mundo.
No obstante, la neutralidad todavía tendrá que esperar un poco: ¿2027, 2028, 2030? La respuesta depende en gran parte de la capacidad de captura y almacenamiento de CO2 de Amager Bakke, la icónica incineradora de residuos en cuyo tejado se ha instalado una pista de esquí de 465 m de longitud. En cualquier caso, Copenhague ya ha recorrido gran parte del camino. En veinte años, las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en tres cuartas partes, a pesar de que en este mismo periodo la población ha aumentado una cuarta parte, al igual que el crecimiento económico.
CIFRAS CLAVE
660.000 personas viven en Copenhague (el doble en su área metropolitana)
El 99% de las viviendas de la ciudad está contactado a la mayor red de calor urbano del mundo, alimentada casi exclusivamente mediante la combustión de residuos y la biomasa
El 50% de los trayectos urbanos en Copenhague se realizan en bici
10 millones de euros destinados anualmente a las infraestructuras para bicis
15/09/2025